Durante el crecimiento de nuestros pequeños, muchos niños atraviesan una etapa donde los mordiscos se convierten en una forma de expresión. Comprender por qué sucede y cómo abordarlo es esencial para fomentar un entorno positivo. En este artículo, exploraremos las causas detrás de este comportamiento y cómo las familias pueden manejarlo con comprensión y empatía.
¿Por qué muerden los niños?
Algunos niños, generalmente entre el año y medio y los tres años, muerden a otros niños. Ocurre en este periodo coincidiendo con la etapa oral, cuando utilizan las mismas zonas para las experiencias placenteras como para la descarga emocional.
Pueden empezar a morder como expresión de su malestar: cuando se sienten amenazados, para expresar su frustración o ira o cuando no saben cómo expresar lo que están sintiendo (como muestra de excitación o sobrecarga de emoción).
En ocasiones lo desencadena un acontecimiento: quiere un juguete, que no pueda jugar a algo porque lo tiene otro peque… Y otras veces parece que no ha ocurrido nada. Esto es porque al morder también expresan las tensiones internas que están viviendo: adaptación a la escuela, cambio de casa, nacimiento de un hermano, divorcio, hospitalización de un familiar, fallecimiento de una persona cercana, problemas en casa…
¿Cómo actúo para evitar que mi hijo muerda?
A veces, los mordiscos son la única forma que tienen de expresar una emoción porque no disponen de más recursos. Así que no te preocupes, es solo una fase. Conforme vaya madurando lo dejará de hacer.
Ahora que sabes que un mordisco suele ser una emoción mal expresada, es más fácil entender que nuestra labor no es castigar, gritar o reprimir sus emociones. Debemos explicarles que no debe morder y acompañarlos para que encuentre otras formas de expresar lo que siente.
Y, sobre todo, tener en cuenta que somos su modelo de referencia, por tanto, no podemos actuar como no queremos que actúen ellos: pegando, chillando.
Algunos consejos para actuar ante un mordisco:
- Explica al niño que no debe morder. Hazlo con un tono firme y amable, utilizando palabras que pueda entender.
- Ayúdale a encontrar otras formas de expresar sus emociones. Enséñale a decir «no» o «basta», a pedir ayuda o a expresar sus sentimientos con palabras.
- Ofrécele alternativas al mordisco. Puedes darle un juguete para que lo muerda, un peluche para que lo abrace o un lugar tranquilo donde pueda calmarse.
- Muestra empatía por la víctima del mordisco. Pregúntale si está bien y ofrécele tu ayuda.
- Observa las situaciones en las que tu hijo/a suele morder. Esto te ayudará a identificar los desencadenantes y a prevenir futuros mordiscos.
Importante: El niño que muerde no es malo. No le hagas sentir que lo es para evitar que acabe comportándose como se espera del él (lo que se conoce como profecía autocumplida o efecto Pigmalión)
Qué es el efecto Pigmalión
El efecto Pigmalión se refiere a cómo las expectativas que tenemos sobre nuestros hijos/as pueden moldear su comportamiento y éxito. Cuando tenemos expectativas altas y positivas sobre las habilidades y capacidades de nuestros hijos, es más probable que ellos se esfuercen y alcancen su máximo potencial. Por otro lado, si tenemos expectativas bajas o negativas, los niños pueden comenzar a creer que no son capaces de alcanzar el éxito y, como resultado, pueden subestimar sus propias habilidades.
Criar a niños felices y seguros requiere más que solo disciplina; implica comprensión, paciencia y una dosis saludable de amor incondicional. Al abordar los mordiscos con empatía y alentar el desarrollo positivo, las familias pueden contribuir significativamente al bienestar emocional y social de sus hijos.